Una película de aventuras tremendamente simpática en su falta de pretensiones y que bien podría haber interpretado Tyrone Power algunos años más tarde. Vista ahora, setenta años después, podemos criticar algunos decorados o fondos pintados de lo más cantón, o ciertas notas de humor que a estas alturas parecen un poco chuscas, como de Terence Hill y Bud Spencer.
Pero, aparte de detalles como meter allí a Simbad o a Aladino de rondón, tiene los elementos de aventura, romance e intriga mínimos que se le pueden pedir. Y funcionan estupendamente.
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