Supongo que en algún momento a alguien le pareció una buena idea que John McClane se convirtiera en el compañero de Jason Bourne, meterlo en aventuras de espías internacionales, llevarlo al extranjero y rellenarlo todo de escenas tremendas y grotescas (¿Chernobil? ¿En serio?), persecuciones y explosiones sin sentido (¿con todo el follón que se monta sólo aparecen dos policías rusos?), diálogos absurdos, drama de parvulario (esa relación paterno-filial) y con un Bruce Willis que, sin ser nunca un gran actor, antaño nos parecía humano y asustado metido en una situación que lo superaba y que ahora pone cara de duro todo el rato en un alarde de interpretación pétrea de lo más olvidable.
No me extraña que aparezca en un montón de listas como lo peor del año...
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